[en realidad parecía buscar algo...]

su corazón nunca estaba allí donde estaba el resto de su cuerpo. siempre más adelante, o en cualquier otro lugar, pero no allí.
una confusa ansiedad, apenas una llamita vacilante, lo apremiaba cada mañana con mansa, pero terca insistencia. conozco ahora esa misma ansiedad. esa congoja y esa alegría a un mismo tiempo, ese anhelo desasosegado por algo impreciso que le hace a uno erguir la cabeza y aspirar profundamente como si le faltase el aire. 

Haroldo Conti
'Todos los veranos'